De regreso a Cabo frío, nuestros protagonistas vivirán experiencias que no podrán olvidar, una en el liceo donde comenzó esta aventura, otra en una mansión maldita donde buscarán respuestas en sus viejas paredes.
Alicia y Wendy verán en el espejo del baño presagios de un futuro aterrador.
Mientras que Dionisio y Vladimir se encontraran con un reflejo mortal, lleno de tristeza y desolación.
Recorremos el país y sus leyendas, en este nuevo capítulo de… El misterio de Cabo frío.
Liceo Cabo frío
1
Cuando Alicia pasó a buscar a Wendy por su casa, la noche estaba bastante avanzada. La luna apenas se veía a través de jirones de nubes negras. El pueblo estaba dormido y en silencio.
Alicia golpeó con una piedrita la ventana del dormitorio de Wendy. En tiempos de mensajes de whatsapp, aquel rudimentario medio de comunicación había quedado obsoleto, pero a las chicas les seguía pareciendo divertido. Como Wendy tardaba en salir, su amiga volvió a arrojar más piedras.
Al rato, Wendy apareció con su típica indumentaria: pantalones anchos de color negro, y una musculosa con el logo de una ONG vegana.
-Perdoname -le dijo-. Estaba dándole de comer a mi conejo. Desde que llegué se estuvo comportando en forma rara, no sé qué le pasará.
-Seguro te habrá extrañado. No te vio en todo el día.
-Puede ser -se encogió de hombros Wendy-. Pero en realidad creo que está percibiendo algo raro en el aire.
-¿Algo raro? ¿Como qué?
-¿Vos no lo sentís? Es como que está a punto de pasar algo importante.
-La verdad, no siento nada -dijo Alicia, incómoda-. Mejor vayamos a la escuela, antes de que se haga más tarde.
Wendy estuvo de acuerdo, y juntas caminaron las diez cuadras que las separaban de la escuela secundaria de Cabo Frío.
En el camino, Wendy observó que Alicia miraba su celular y sonreía, por lo que ella también sonrió, cómplice.
-Es Dionisio, ¿no?
-¿Qué? -dijo de inmediato Alicia, sorprendida-. ¿Cómo sabías?
-Sé que algo pasa entre ustedes dos. Te iba a preguntar, pero preferí que me lo contaras vos.
-En realidad, no pasan muchas cosas -sostuvo Alicia, la mirada fija al frente, totalmente sonrojada-. Solo nos hicimos buenos amigos.
-Hmmm… Bueno, ya me vas a contar.
-¡Es que no hay nada para contar! -dijo Alicia soltando una involuntaria risotada.
-¡Lo sabía!
Las chicas llegaron risueñas y entre risas al liceo de Cabo Frío, cada una contándose historias de amor y de anécdotas graciosas con los chicos. Sin embargo, cuando vieron la fachada del edificio, blanca, alta y cuadrada como una gran caja, de repente callaron.
De noche, la escuela parecía otra cosa. Algo más amenazante y perturbador. Como una especie de hospital abandonado.
-Mejor entremos -dijo Alicia-. Antes de que me agarre el miedo.
-¿Qué es lo que esperás encontrar acá?
-No sé. Es como un presentimiento que tengo. Eso es algo raro en mí, porque nunca me dejo llevar por ese tipo de cosas.
-Bueno, pero los presentimientos son muy importantes también -dijo Wendy-. Es más, yo me dejo llevar mucho por la intuición.
-Sí, lo sé perfectamente -Alicia puso los ojos en blanco y luego miró hacia la puerta cerrada del edificio-. ¿Por dónde entramos?
-Conozco una ventana en la parte de atrás, que se puede abrir desde afuera. No me preguntes por qué lo sé.
-¿Por qué lo sabés?
-Para hacer justicia por propia mano -dijo Wendy, enigmática.
Rodearon el edificio silencioso y oscuro hasta llegar a la ventana indicada por Wendy. Era un ventanal alto, cubierto de polvo, que tenía un postigo falseado. La chica lo abrió sin problemas y fue así como entraron a la escuela.
El lugar estaba frío. Solo algunas luces en los pasillos iluminaban las aulas. Alicia quiso encender una lámpara, pero Wendy la detuvo:
-Nos va a delatar. Mejor hagamos esto rápido. ¿A dónde querés ir?
-Creo que es más que evidente que tenemos que ir al baño. Ahí fue donde empezó todo, donde viste lo del espejo.
-La verdad, me da miedo ir -dijo Wendy-. Pero te voy a acompañar, no te voy a dejar sola.
Recorrieron el largo pasillo que conectaba las aulas de planta baja hasta llegar al baño de chicas, donde se detuvieron frente a la puerta cerrada.
-Bueno -suspiró Alicia-. Es el momento. ¿Estás segura de querer entrar?
-Sí -respondió Wendy tragando saliva-. Ya es tarde para retroceder. Además…
Estaba por terminar su frase cuando de repente escucharon un ruido dentro del baño. Como si algo se acabara de caer. Un balde. O quizás era una de las puertas de los compartimientos de los inodoros que acababa de cerrarse.
Las chicas se miraron sorprendidas.
-¿Habrá alguien ahí? -murmuró Alicia.
-No creo -dijo Wendy, acercándose a la puerta para escuchar-. Capaz que fue una rata…
Se quedaron un rato más frente a la puerta, a la espera de escuchar un nuevo ruido. Pero como no volvió a pasar nada, se decidieron a entrar.
Dentro, el clima era mucho más espeso. Como si un rayo de tormenta estuviera a punto de impactar en el lugar. Una de las canillas de los lavamanos goteaba. Había un olor penetrante a desodorante de pino.
-Vi todo en el espejo -dijo Wendy, señalándolo-. Lo recuerdo como en un sueño…
-¿Quién o quiénes creés que dejaron ese mensaje? ¿Y por qué nos hicieron ir a todos esos lugares? ¿Tenés alguna respuesta a eso?
Wendy cerró los ojos, como recordando.
-No. Pero sí recuerdo a la mujer…
-¿Qué mujer? No mencionaste nada de eso.
-Porque me olvidé. O quizás estaba demasiado asustada. Pero la cuestión es que vi a una mujer en el espejo. Una mujer madura, que me miraba sin decir nada. Me pareció familiar.
-¿Te acordás de aquella anciana que vimos en el colectivo, camino al cerro Arequita? No sé por qué, pero pensé en ella.
-Sí. Eso también fue raro.
Wendy se acercó al espejo y lo tocó. De inmediato, sucedió algo extraño: las luces parpadearon y una mancha oscura apareció en una esquina del espejo. La chica retiró la mano de inmediato.
-¿Qué es eso?
-Parece un… ¿pájaro?
En efecto, aquella mancha extraña sobre el espejo tenía la forma de un pájaro oscuro. En silencio, casi sin entender lo que veían, las chicas contemplaron la figura del pájaro que lentamente fue surcando el espejo, de un lado a otro. Vieron que detrás del animal se veía un cielo de un color anormal, casi verduzco. De repente, apareció una gran bola de fuego que impactó sobre el ave, haciéndola caer en picado. Las chicas se estremecieron al mismo tiempo.
-¿Qué es lo que está pasando? -gritó Alicia-. ¿Vos viste lo mismo que yo?
Wendy no respondió. El recuerdo de lo sucedido con el espejo estaba muy fresco en su memoria. Vieron que del cielo caían más bolas de fuego, que se estrellaban contra la tierra. Algunos animales corrían y otros morían incendiados. Las imágenes que proyectaba el espejo eran terribles y abrumadoras.
De repente, el cielo cambió y vieron un lugar que reconocieron de inmediato: el cerro Arequita, incendiado y a punto de desmoronarse. Wendy vio los árboles convertidos en antorchas del monte de ombúes, y Alicia, al museo de Blanes que se derrumbaba con un gran estruendo, con todas las obras de arte en su interior arruinadas por siempre. Sin saber por qué, la chica sintió una pena muy grande y comenzó a llorar, a pesar de que su mente no lograba entender lo que estaba sucediendo.
Luego, la imagen del espejo volvió a cambiar y les mostró ciudades devastadas, autopistas colapsadas por miles de personas que intentaban escapar desesperadas de algo; la torre de Pisa que caía, el Palacio Salvo se resquebrajaba en mil pedazos a la vez que parecía ser tragado por la tierra y la Estatua de la Libertad que quedaba hundida en un mar de fango. Lo que les mostraba aquel espejo era un paisaje apocalíptico y aterrador, del cual nadie podía escapar. Las chicas retrocedieron e intentaron a su vez huir del lugar, pero no pudieron: la puerta del baño estaba trabada.
-¡No puedo abrir! -dijo Wendy-. ¡Ayudame, por favor!
Pero Alicia no hizo nada, solo se limitó a seguir mirando, fascinada. Hubo más visiones, imágenes de pesadilla que seguro quedarían registradas en su retina durante años. La tierra arrasada por feroces incendios e inundaciones. Animales que morían de a miles, al igual que las personas. El cielo era plomizo y verde, y parecía escupir toda clase de sustancias venenosas. Las plantas y los árboles morían, y dejaban a su paso un vasto y horripilante desierto. Era lo más perturbador que había visto en su vida.
Finalmente, el espejo quedó a oscuras. Hubo un momento de silencio, y luego dos siluetas con forma humana se fueron dibujando entre las sombras.
-¡Tenemos que salir de acá! -gritó Wendy-. ¡No quiero seguir viendo!
Sin embargo, la puerta no quería ceder y las chicas se vieron obligadas a ver lo que el espejo mostraba. Aparecieron dos mujeres de una edad indefinida; una de ellas tenía el ojo ciego, la otra tenía la piel muy enferma; se le caía a pedazos. Wendy gritó al reconocerla: era la misma que había visto en el espejo. Por otro lado, Alicia también supo reconocer a la del ojo ciego, ¡era la anciana que habían visto en el ómnibus!
Las dos mujeres intentaban decirles algo, pero de sus bocas no salía ningún sonido. Golpeaban el vidrio del espejo como si quisieran romperlo; de pronto, una gran grieta apareció en el cristal y lo partió en dos. Las dos mujeres desaparecieron y solo quedó la imagen de Wendy y Alicia, que se abrazaban recostadas contra la puerta, llorando en silencio.
De golpe, la puerta se abrió con un chasquido y las chicas aprovecharon para escapar. Nunca en su vida, ni siquiera durante la visita al cerro Arequita, sintieron tanto miedo.
Lo peor era que tenían la impresión de que habían visto un futuro muy, pero muy cercano. Y que nada ni nadie lograría escapar de él. Alicia no podía parar de llorar.
Salieron por la ventana rota y al tomar contacto con el aire de la noche, lograron tranquilizarse un poco.
En ese momento, sonaron sus celulares: eran Vladimir y Dionisio, que acababan de tener también una experiencia increíble.
El encuentro
DIONISIO : Chicas están ahí?
DIONISIO : Se encuentran bien?
ALICIA: Sí
ALICIA: Eso creo
ALICIA: Vimos cosas terribles…
VLADIMIR : En donde?
ALICIA: En el espejo del baño
ALICIA: La tierra destruida
ALICIA: Catástrofes naturales
ALICIA: Gente que moría, lo mismo los animales
ALICIA: Todo muy triste y desesperanzador
DIONISIO : Lo mismo vimos nosotros!
DIONISIO : Pero en un espejo que había dentro de la mansión Drayton
DIONISIO : Y luego vimos a dos personas que nos querían decir algo, pero no podíamos escucharlas!
WENDY: Nosotras lo mismo
VLADIMIR : Qué significa todo esto?
VLADIMIR : Recibieron algún nuevo mensaje?
VLADIMIR : Alguna pista?
WENDY: Nada
WENDY: Solo esas imágenes que me entristecieron el corazón
VLADIMIR : Y qué hacemos ahora?
WENDY: No sé!
WENDY: Por primera vez no hay pistas de nada
WENDY: No puede ser que eso sea todo!
DIONISIO : A ver esperen
WENDY: Qué?
DIONISIO : Acaba de llegarme un mensaje de audio
ALICIA: De quién?
DIONISIO : De Guillermo Lockhart!
ALICIA: El de la tele?
DIONISIO : Sí, el mismo!
ALICIA: Y de dónde te conoce?
DIONISIO : No me conoce
DIONISIO : Sino que le pasó el contacto mi amigo el que trabaja con la música
WENDY: Y qué quiere?
DIONISIO : Es difícil de explicar
DIONISIO : Mejor les reenvío el audio!
DIONISIO :
3
SALVADOR: ¡No puedo creerlo! ¡Mi hermano va a salir en el programa de Voces Anónimas!
DIONISIO : Aun no sabemos nada
DIONISIO : Por empezar, ni siquiera sé qué significa ese mensaje.
ALICIA: ¡Está muy claro!
DIONISIO : Sí? Para mí no
ALICIA: “En el borde del agua, sobre la punta del gran dedo que señala hacia el cielo”
DIONISIO : Qué significa eso?
ALICIA: Es el faro!
ALICIA: El faro está al borde del agua y es como un gran dedo que señala al cielo!
VLADIMIR : Es cierto!
VLADIMIR : Pero, y lo demás?
ALICIA: No tengo idea
ALICIA: Pero algo es seguro
ALICIA: Debemos ir hasta ahí!
VLADIMIR : Ahora?
ALICIA: Por qué no?
ALICIA: Qué dicen los demás?
DIONISIO : Estoy super cansado, pero quiero ir, me gana la curiosidad
VLADIMIR : Lo mismo digo
SALVADOR: Y yo!
WENDY: Entonces nos vemos en el faro en unos minutos!
DIONISIO : Estamos yendo hacia allá!
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