Esta es una historia triste y escalofriante, ocurrida en una de las construcciones más famosas de Uruguay.
Tiempo atrás, vivía en Montevideo una familia de la alta sociedad apellidada García de Zúñiga. Estaba conformada por un matrimonio y su hija, la pequeña Clara, de 9 años de edad. Desgraciadamente, su padre era un hombre frío y muy avaricioso, que habría hecho cualquier cosa con tal de incrementar su estatus y su fortuna.
No le importó que Clarita tan solo fuera una niña. Enseguida la comprometió con un hombre mucho mayor, de nombre Jesús María Zuñiría, quien le había prometido introducirlo en su círculo de amistades si le daba a la chiquilla en matrimonio.
Y así fue. Tan pronto como Clara cumplió los 14 años, se realizó la boda y ella se fue a vivir a casa de su marido, quien para entonces tenía ya 36 años de edad. Al principio y como era costumbre en la época, asistían juntos a todas las reuniones y compromisos a los que eran invitados. Pero Clarita se aburría mucho y no se llevaba bien con su esposo.
Cuando se convirtió en una joven mujer, comenzó a salir sola a los bailes y a dar de que hablar. La gente miraba mal que se divirtiera e hiciera amistad con chicos de su edad, y enseguida se extendieron los rumores de que se estaba viendo con varios amantes.
Clara, aunque intentaba ignorar todos estos comentarios malintencionados, no pudo evitar enamorarse un día, cuando coincidió con un apuesto joven en una de sus fiestas. Era conocido como Ernesto de las Carreras y nada más verla, también se sintió irremediablemente atraído por la muchacha. Juntos tuvieron un romance en secreto, del cual la chica quedó embarazada.
Si al principio su marido no tenía forma de comprobar sus sospechas, su ira se desató en cuanto Clara no pudo ocultar lo evidente. Zuñiría sabía que el hijo que estaba esperando no podía ser suyo, así que decidió castigarla
Construyó un altillo en el último piso de su casa, en el que Clara fue encerrada. Por fuera, el ático aparentaba tener ventanas como el resto de la mansión; pero por dentro solo había unas cuantas rendijas por las que apenas se colaba la luz del sol. Tristemente su familia jamás intentó ayudarla, dándole la razón a su marido cuando afirmó que su mujer había perdido la razón, y contentándose con administrar sus bienes.
Clara pasó el resto de su vida prisionera entre aquellas cuatro paredes, y murió muy joven, de pura soledad.
Los años pasaron.
Tiempo después la casona de Zuñiría, ya abandonada, fue reformada y se convirtió en el Museo Blanes, donde existe un curioso retrato. Es la pintura de una muchachita melancólica y hermosa, cuyos tristes ojos ponen nerviosos a los visitantes. Algunos aseguran que sienten como el retrato les sigue con la mirada adonde quiera que van.
Y que de noche, a veces se puede escuchar el llanto fantasmal de una chiquilla, que llora desconsolada al recibir los escalofriantes gritos de un hombre mayor.
la verdad me encanto la historia de clara