Nuestros héroes se encuentran con seres fantásticos que les mostrarán el camino. Una bruja y una princesa revelan pistas fundamentales mientras el enigma se profundiza, esperemos que no sea demasiado tarde. Recorremos nuestro país y sus leyendas en este nuevo capítulo de Misterio de Cabo Frío.
Cerro Arequita
1
A las siete y media de la mañana, Wendy pasó a buscar a Alicia y juntas fueron a la estación de ómnibus. Lejos, despuntando sobre los árboles, se veía el faro; también podía adivinarse la cúpula de la mansión Drayton, un sitio en medio del bosque que, según muchas leyendas del pueblo, estaba maldito.
Las chicas estaban animadas y charlaban sin parar. Llegó el ómnibus y subieron. Solo había dos personas, una viejita envuelta en unas mantas y un chico de aspecto tímido.
El autobús arrancó y así iniciaron el viaje. Wendy sacó un termo y comenzaron a matear. Alicia se preguntaba si no estarían haciendo el ridículo:
-Estamos yendo a un lugar a ciegas. Y solo porque vos y Vladimir tuvieron una visión de sus abuelos.
-No te olvides lo del espejo. Y además, fue más que una visión -corrigió Wendy-. Estoy segura de eso.
-Sí -dijo una voz a sus espaldas-. Fue mucho más que eso.
Las chicas, sobresaltadas, miraron hacia atrás. Ahí estaba la anciana, envuelta en unas mantas grises y viejas. Su rostro no se veía, lo tenía tapado con una capucha. A Wendy le pareció extrañamente conocida.
-¿Perdón, señora? ¿Usted dijo algo?
La anciana no respondió. Estaba inmóvil. Incluso parecía muerta.
-¿Señora? -dijo Alicia alarmada, y extendió un brazo para tocarla.
En ese momento, la mujer emitió un sonoro ronquido, y entonces se dieron cuenta de que solo estaba dormida.
-Qué susto -dijo Wendy-. Por un momento, pensé que...
-Yo pensé lo mismo. Pero solo estaba hablando en sueños.
-¡Mi conejo hace lo mismo!
-¿El qué? -se sorprendió Alicia-. ¿Habla en sueños?
-¡Claro que no! Pero tiene sueños de que está corriendo, y mueve las patas. A veces también come dormido. ¡Es tan lindo, y lo extraño tanto!
-Ah, sí, mi perro también.
Siguieron viaje, hablando de muchas cosas, y se olvidaron momentáneamente de la anciana.
Dos horas después, arribaron a destino. Se bajaron en la parada de la ruta; antes de abandonar el autobús, Alicia miró hacia atrás.
-Qué raro.
-¿Qué pasó?
Alicia señaló hacia el asiento que ocupaba la anciana, que ahora estaba vacío.
-Juraría que nunca se bajó del ómnibus. O, al menos, yo no la vi hacerlo.
-¿Estará en el baño de atrás?
Las chicas se encogieron de hombros ante este misterio. No tenían solución a la vista, así que se enfocaron en su próximo objetivo.
Para acceder a las grutas del Arequita había que recorrer un largo camino de tierra, que las chicas hicieron sin perder el buen humor ni la charla. El día era veraniego, hacía calor. Alicia se sacó el buzo de lana turquesa que combinaba con el color de su pelo y quedó con un top blanco. Wendy, siempre renuente a mostrar partes de su cuerpo y oponiéndose a abandonar el color oscuro, decidió quedarse con su campera de nylon, a pesar de que se moría de calor.
Se detuvo a enviar un mensaje a través de su celular.
-¿A quién mensajéas?
-A los chicos. Les dije que ya llegamos. Ellos todavía siguen en viaje.
Unos minutos después, llegaron al monte. El cerro se erigía como una especie de tortuga gigante, con el lomo expuesto y las patas escondidas entre los árboles. Parecía un lugar viejísimo. Y muy misterioso. La piel de las chicas se erizó y por un momento creyeron que alguien las observaba.
-Qué miedo -dijo Alicia.
-Más que miedo, me infunde respeto -corrigió Wendy, sin dejar de mirar el lomo amarronado del cerro.
Se acercaron unos pasos más. El lugar estaba vacío. Los pájaros cantaban escondidos entre los árboles. Pasó una nube que cubrió todo de sombras durante unos minutos. Desde un lugar del cerro, les llegó un misterioso y tétrico canto, que se repetía una y otra vez. De repente, la idea de visitar aquel mítico paraje ya no les pareció buena idea. Estaban retrocediendo cuando sintieron que una mano se posaba sobre sus hombros.
-Buenos días -dijo un rostro sonriente y apergaminado, seguramente curtido por el transcurrir de lustros o décadas bajo la luz solar. Era una mujer de unos cincuenta años. Vestía unas ropas sencillas y usaba un largo bastón de madera. Sus ojos eran grandes y cargados de una cansada sabiduría-. Soy la guía de este lugar. Y también me encargo de su conservación. Mi nombre es Guidaí, que en lengua charrúa significa “Luz de Luna”. Si gustan, puedo acompañarlas y ofrecerles algo de información sobre este precioso y legendario lugar.
Las chicas suspiraron aliviadas, porque la mujer les había despertado un inmediato sentimiento de confianza. Aceptaron su invitación, y fue así como Guidaí las guió por los recovecos y lugares más vistosos de aquel inmenso cerro.
-Primero, quisiera contarles que el Arequita posee tres grutas -comenzó Guidaí-. Ahora mismo iremos a la más conocida, que está ubicada al pie del cerro, llamada gruta Colón o de los Murciélagos.
Al escuchar la palabra “murciélagos”, Alicia giró su cabeza y quedó petrificada.
-No te preocupes, niña, son herbívoros y no te van a chupar la sangre -agregó la mujer con una carcajada.
-Emm, ¿Guidaí?- intervino Wendy-. Antes de que usted llegara, escuchamos algo… era como un canto. Provenía desde las alturas del cerro…
-Ah, sí… es un canto eco. Un recuerdo que de vez en cuando se escucha…
-¿Un canto eco?
-Son memorias del pasado -dijo la mujer, sin detenerse a mirar hacia atrás-. Antes, hace mucho tiempo, se usaban estas cavernas como paritorios. Las mujeres indígenas venían a dar a luz aquí. Y estaban las matronas, quienes las ayudaban a parir. Y entonaban un canto para calmar a la madre y al bebé. Aunque con el tiempo, ese cántico se fue modificando, pues los ecos mezclaban las voces entre sí. El canto se hizo más grave, menos feliz. También pueden escucharse los llantos de los bebés…
Wendy y Alicia se miraron inquietas y asustadas. Se estaban acercando a una caverna cuya entrada parecía la boca abierta de una gran bestia carnívora. Un murciélago salió revoloteando y emitiendo unos chillidos intermitentes, para luego perderse en el aire de la mañana. De no haber sido por la presencia de Guidaí, difícilmente las amigas hubiesen decidido seguir avanzando.
-Esta caverna tiene muchos secretos -continuó la mujer, deteniéndose frente a la boca de la cueva-. Fueron usadas también por los masones. ¿Ustedes saben lo que son los masones?
-Sí -dijo Wendy-. Es una institución de carácter sectario. Aparecieron en…
-Aquí solo venían a molestar- interrumpió Guidaí, a quien evidentemente no le agradaban los masones-. Vinieron a apropiarse de una cultura que no era de ellos, a usar nuestros símbolos y rituales. Ahora, tengan cuidado. Hay escalones más adelante, que las llevarán a las profundidades de la cueva. Son exactamente treinta y tres. Es un número muy poderoso y tiene muchos significados.
-¿Cómo cuales?
Pero la mujer no respondió. De algún lugar de su viejo vestido sacó una linterna, y fue así como las tres mujeres descendieron por los escalones rumbo a la oscuridad.
2
Adentro, hacía mucho frío. Las paredes de la caverna estaban heladas. Los líquenes y musgos invadían las rocas y las tornaban resbaladizas. La oscuridad se cernía como una gran amenaza sobre sus cabezas.
-En las fotos no parecía tan… tétrico. Ni desolado -dijo Wendy.
-Antes, era un lugar de festejo por la llegada de nuevas vidas -sentenció Guidaí-. Pero ahora se volvió triste. La Madre Tierra no está contenta con las cosas que hacen los hombres. Pronto, si no revierten su comportamiento, descargará su furia sobre todos ellos.
Las chicas volvieron a mirarse y a encogerse de hombros. Al parecer, la guía no estaba muy bien de la cabeza que digamos.
-¿Y ahora? -quiso saber Alicia-. ¿Debemos seguir descendiendo?
-Claro. Estamos a mitad del trayecto. Y, ¡miren!
La mujer elevó la luz de su linterna hacia el techo de la caverna, develando así a miles de murciélagos que dormían colgados cabeza abajo.
Eran grandes, más grandes que los que las chicas habían visto en su vida. Wendy dudó que fueran herbívoros: parecían capaces de capturar a un perro o a un gato pequeño. La idea la estremeció.
-Son muchos -dijo Alicia en un hilo de voz.
-No debemos despertarlos -advirtió la mujer-. No hablen fuerte.
-¿Qué pasa si los despertamos? Usted dijo que no eran peligrosos.
Pero la mujer, siempre misteriosa, no respondió y siguió caminando.
Pasaron por una amplia galería en forma de catedral y luego dieron paso a un largo corredor de piedra. La linterna por momentos chisporroteaba. Wendy sacó su celular e intentó encender su linterna, pero por algún motivo la luz se negó a aparecer.
-Es normal, a veces las luces no funcionan aquí abajo -dijo la mujer al observar el celular de Wendy-. Las linternas se apagan. Las baterías se terminan muy rápido. Muchos hombres han pasado el susto de sus vidas aquí abajo.
-Señora, creo que quiero regresar. No me está gustando esto -dijo Alicia, temblando.
-No tienen por qué temer. Mientras estén conmigo, estarán a salvo -dijo la mujer con una risa-. ¿Saben? No están llegando muchos turistas últimamente. Y es una pena, porque este lugar tiene muchas cosas para contar. ¿Sabían ustedes que en esta caverna habitaron tres brujas?
-No -se apresuró a decir Alicia, cada vez más pálida-. Y no creo que sea buena idea contar esa historia. Realmente, señora, estoy empezando a tener miedo…
-Bah, el miedo -se burló Guidaí-. Todos lo tenemos alguna vez. El miedo nos hace fuertes si es que sabemos cómo manejarlo. Les contaba de esas brujas. Eran tres hermanas. Se encargaban de cuidar del lugar, de que nadie entrara y perturbara la paz de las mujeres que daban a luz. Eran brujas “buenas”, si se quiere así decirlo. Pero, en cuanto descubrían que alguien llegaba con malas intenciones, podían transformarse en los peores monstruos. Y no tenían piedad por nadie. Los hombres morían de miedo con solo verlas. Y nadie lograba escapar de su sed de venganza. Habitaban estas oscuridades -repitió haciendo un movimiento con el brazo.
-Sí -dijo Wendy, quien no quería mostrarse asustada-. Escuché hablar de ellas. Mi abuela me contó. Hace mucho.
-Tu abuela debe ser muy inteligente y sabia -asintió la mujer.
-Sí. Aunque ahora está muerta.
-Lo lamento. Seguro debe estar cuidándote. Los abuelos son nuestros ángeles guardianes -Guidaí se detuvo delante de una piedra de aspecto singular. Era lisa y oscura, y su superficie tan brillante que reflejaba la luz de la linterna-. Esta roca es muy especial. Según dicen, deja mensajes sobre su superficie. A veces, son palabras, otras, dibujos o símbolos. Yo nunca vi nada, pero hubo otros que sí vieron algo.
-¿Y en qué consisten esos mensajes? -preguntó Alicia, consciente de lo mucho que se parecía aquella leyenda a lo que había sucedido en el baño de la escuela-. ¿Alguien alguna vez pudo descifrarlos?
-No siempre son tan claros -dijo Guidaí-. Pero, escuchen. Hace unos años, vino un hombre. Solo. Era empresario, y dijo que quería sacar fotos al interior de la gruta para una revista. Pero yo sospeché otra cosa. Lo guíe hasta estas cuevas, en donde el empresario vio la piedra lisa. Dijo que vio un dibujo, como esculpido sobre la roca. Pero yo no vi nada. Cuando le pregunté qué era ese dibujo, él respondió que se parecía a… un árbol.
-¿Un árbol?
-Un árbol, y arriba un rayo.
-¿Y qué quería decir eso? -inquirió Alicia.
La mujer negó con la cabeza, como meditando tristemente sobre el asunto.
-Después de esta visita, el hombre se fue- dijo al cabo de un rato-. Pero yo había quedado con ese mal presentimiento, así que me puse a investigar. Y descubrí que el empresario en realidad era un cazador de fortunas, que pretendía excavar en este lugar para buscar oro. Ya había hecho un negociado con oscuros políticos, para que le dejaran entrar sus máquinas excavadoras y destruir todo el predio.
-¡Maldito! -se indignó Wendy-. ¿Y usted qué hizo?
Guidaí se encogió de hombros y acarició la pared de roca.
-Pues nada, yo solo soy una simple empleada. Pero el destino... el destino sí se encargó de ajusticiarlo. ¿Recuerdan el dibujo del árbol, y del rayo?
-¡Claro! -dijeron las chicas a coro, fascinadas por el relato.
-Ocurrió una mañana lluviosa de invierno. El empresario estaba listo para iniciar las excavaciones. Estaba dando las últimas indicaciones a sus obreros… cuando un rayo cayó de improviso sobre un árbol cercano. El tronco se quebró, y el árbol cayó sobre el empresario, matándolo en el acto. Las obras de excavación se suspendieron, y nunca más se volvió a hablar sobre el asunto. Y fue así como el monte logró salvarse de la aniquilación.
-O sea que… esta roca… -dijo Wendy-. Esta roca...
-… ¿nos muestra lo que va a pasar en el futuro? -completó la idea Alicia.
La mujer rió. De repente, la luz de su linterna volvió a chisporrotear, y por un momento quedaron a oscuras. La risa de Guidaí se intensificó aún más. Por un segundo, bajo las luces parpadeantes, su rostro pareció transformarse en el de una anciana de dientes podridos. Las chicas retrocedieron, asustadas.
-¿Guidaí? -dijo Wendy-. ¿Qué es lo que…
La luz de la linterna volvió a oscilar. Y quedó apagada. La oscuridad fue completa y devastadora. La risa de Guidaí volvió a elevarse por encima del aire oscuro de la caverna. Wendy y Alicia se buscaron, a ciegas, las manos y se las aferraron entre sí. A Wendy le pareció extraño sentir la mano de su amiga tan fría como un hielo; a Alicia le pasó lo mismo. De repente, una voz rasgada rompió el tétrico silencio:
-¡Yo soy una de las tres brujas! -dijo la mujer desde algún lugar de las tinieblas-. ¿Acaso realmente creen que no sé a qué vinieron?
-¡Guidaí! ¡Encienda esa linterna de inmediato! ¡Esto no es gracioso!
La luz de la linterna parpadeó; en ese momento las chicas se dieron cuenta, horrorizadas, que estaban separadas por unos cuatro metros; era imposible que se hubiesen sujetado las manos. ¿A quién realmente habían aferrado en la oscuridad? Antes de que pudieran responderse estos espantosos interrogantes, el foco de la linterna volvió a chisporrotear y las amigas volvieron a recibir el abrazo de las profundas negruras de la caverna.
-Sé que vinieron a excavar- la voz de Guidaí retumbaba por todos los rincones, impidiéndoles determinar desde dónde les estaba hablando-. Todos quieren excavar, porque creen que debajo del cerro hay oro. ¡Ustedes fueron enviadas por los hombres poderosos! ¿Acaso creen que iban a engañarme?
-¡Le juramos que no, Guidaí! -gritó Wendy con todas sus fuerzas-. Vinimos aquí porque… ¡tuve una especie de visión! En el monte de ombúes. ¡Mi abuela muerta me dijo que tenía que venir!
La mujer quedó en silencio, como meditando estas palabras.
-Puede que sea cierto, puede que no- dijo al fin-. En todo caso, la piedra se encargará de mostrarme el verdadero propósito de su corazón. ¡Miren!
La piedra en la oscuridad comenzó a brillar como si tuviera luz propia. Y una línea comenzó a trazarse en su superficie plana, como si una mano invisible estuviera dibujando con una especie de tiza incandescente. Lo que finalmente vieron las chicas las dejó confundidas: era un triángulo, y en cada una de las puntas mostraba dibujos diferentes.
La punta 1 del triángulo mostraba lo que parecía ser un óvalo dentro de un rectángulo.
La punta dos, una especie de torre.
Y la punta tres, tres árboles en fila.
Casi sin pensar en lo que hacía, Alicia alzó su celular y sacó una foto al extraño dibujo:
-¿Qué quiere decir esto? -preguntó.
-¿Guidaí? ¿Está usted ahí?
Nada.
Solo oscuridad. Solo silencio.
Aunque, de repente, aquel quieto hermetismo dio paso a un sonido lejano, que puso la piel de gallina en las chicas: el llanto de un bebé. Luego, se les sumaron unos cánticos en un extraño e incomprensible dialecto. La mezcla de ambos sonidos era tétrica y desgarradora, y en este caso Alicia optó por registrarlos a través de la grabadora de su celular.
-¿Qué hacés? -la increpó Wendy-. ¡Tenemos que salir de acá, rápido!
Iluminadas por la tenue pantalla del celular de Alicia, las chicas corrieron en dirección a la salida. Pasaron por la galería de murciélagos y luego llegaron a los treinta y tres escalones, donde Wendy aprovechó para enviar un desesperado mensaje a sus amigos:
“¡Ayuda!”
“¡Estamos solas en la oscuridad!”
“¡Algo nos está acechando!”
Apenas terminó de enviar los mensajes, se escuchó un ruido a sus espaldas: una mujer venía hacia ellas. Tenía aspecto harapiento y un largo bastón en su mano. La mujer giró su cabeza y sus ojos reflejaron la luz del celular. Extendió sus largos y descarnados brazos y comenzó a correr hacia las chicas.
-¡Alicia, corré!
Alicia y Wendy dieron media vuelta y corrieron con todas sus fuerzas.
Apenas veían los escalones, y tropezaban a cada rato. Sentían la risa de la bruja cada vez más cerca. Alicia golpeó su cabeza con una roca y trastabilló.
Finalmente, llegaron a la boca del túnel, donde la luz de la mañana les proporcionó algo de alivio. Sin embargo, siguieron corriendo para poner distancia a la bruja. Volvían sus cabezas a cada rato, temerosas de que la figura de la mujer emergiera de la caverna de un momento a otro.
Y estaban justamente mirando hacia atrás, cuando tropezaron con un hombre. Los tres cayeron al suelo, las chicas gritando de miedo, y el hombre de dolor.
-Pero, ¿¡qué es lo que les sucede, niñas!? -gritó enfadado el hombre al incorporarse.
Era de avanzada edad, aunque estaba en muy buen estado físico. Vestía una camisa de color caqui y botas de explorador. Debajo de su nariz asomaba un bigote en forma de manubrio.
-¡Guidaí! -dijo Alicia, titiritando-. Ella… ¡ella se transformó en una bruja! ¡Nos quería hacer daño!
-¿Guidaí? ¿Quién es Guidaí? -frunció el ceño el hombre.
-¡La guía del lugar! ¡Está loca, y creo que es peligrosa!
-Pues eso es imposible, porque aquí no hay ninguna guía llamada Guidaí- explicó el hombre limpiándose el uniforme-. Acá solo hay dos guías: mi compañera Juana, que ahora está enferma y en su casa, y yo.
-Pero… Guidaí… ella…
Wendy tomó a Alicia del brazo y le dio un pisotón.
-Será mejor que no digamos nada- le susurró disimuladamente-. O va a llamar a la policía.
Alicia pareció calmarse ante estas palabras. Miró al guía, que a su vez las miraba atónito, y luego se disculpó:
-Perdón, es que mi amiga y yo nos perdimos en la cueva. Y nos asustamos.
-Bueno, no debieron hacer eso, tuvieron muchísima suerte -las retó el guía-. Las grutas son muy profundas y en algunos lugares están inexploradas. ¡Debieron haber esperado mi llegada!
-Lo siento, lo siento… -dijo Wendy, y de un empujón arrió a Alicia hacia la salida del parque-. Juro que no se volverá a repetir.
-Tuvieron mucha suerte… -repitió el guía. Sacó un handy de su cinturón e hizo una llamada, y eso fue motivo suficiente para que tanto Wendy y Alicia salieran disparadas de allí.
Recién se detuvieron en la parada de ómnibus, donde frenéticamente comenzaron a escribir en el whatsapp del grupo.
CHAT GRUPAL:
“EL MISTERIO DE CABO FRÍO
WENDY: Vladimir?
WENDY: Dionisio?
DIONISIO: Todo bien?
VLADIMIR: Por fin!
VLADIMIR: Dónde estaban?
DIONISIO: Estábamos preocupados!
DIONISIO: Estamos yendo hacia allá, tranqui!
WENDY: Hacia dónde?
DIONISIO: Hacia el Arequita!
ALICIA: No se preocupen
ALICIA: Ya pasó lo peor!
VLADIMIR: Pero, ¿qué pasó?
ALICIA: Tuvimos un problema con una bruja
VLADIMIR: Ehhh?
WENDY: No era una bruja ya te dije!
ALICIA: Y qué era entonces??
WENDY: No sé, algo!
ALICIA: Viste muy bien cómo la guía se convirtió en bruja y empezó a perseguirnos!
DIONISIO: No entiendo nada
VLADIMIR: Qué fue lo que pasó?
ALICIA: ¡Eso!
ALICIA: Que vimos a una mujer de unos 40 y pico de años que nos llevó a la gruta del Arequita
ALICIA: Después nos quedamos en la oscuridad, y la señora se transformó en una vieja horrible!
VLADIMIR: Uff
VLADIMIR: Qué locura!
DIONISIO: Pero ahora están bien??
WENDY: Síii En esa gruta pasó de todo. Hay cientos de murciélagos en una caverna, y antes se reunían sociedades secretas!
ALICIA: Además de todo eso vimos algo muy raro dentro de la cueva
ALICIA: Una roca se iluminó y quedó este dibujo!
ALICIA:
VLADIMIR: Qué significa eso?
WENDY: Todavía no lo sabemos!
VLADIMIR: Nosotros también tuvimos un viaje accidentado
VLADIMIR: Se derrumbó una zona de la gruta del Palacio y Dionisio quedó atrapado!
VLADIMIR: Por suerte un guardia lo rescató desde una segunda entrada
VLADIMIR: Pero pasó algo más...
VLADIMIR: Contales Dionisio!
DIONISIO: Vi algo también
DIONISIO: Como a una princesa indígena
DIONISIO: Que me dio un pergamino viejo
DIONISIO:
WENDY: Parece un mapa viejo de Montevideo!
DIONISIO: Sí, lo mismo pensamos nosotros
WENDY: Pero, qué significará todo esto?
WENDY: Hay muchas pistas y no entiendo nada!
DIONISIO: Voy a agregar a Salvador que parece que se dio cuenta de algo importante
Dionisio agregó a Salvador
ALICIA: Bienvenido Salva, qué es lo que descubriste?
SALVADOR: Recién mi Bro me mostró las imágenes. Qué tal si las superponemos?
WENDY: Cómo superponer?
DIONISIO: A ver déjenme un segundo que edito las imágenes
DIONISIO: Así miren!
DIONISIO:
WENDY: Igual no se entiende nada!
ALICIA: Para pará
ALICIA: Creo que lo tengo
ALICIA: La parte de abajo no indica como un castillo?
VLADIMIR: Sí o una torre de ajedrez
DIONISIO: Y qué tiene que ver?
ALICIA: Es que justo ahí no hay un castillo?
ALICIA: El castillo Pittamiglio o algo así?
WENDY: Es cierto! El año pasado lo visité con mis viejos, hay muchas historias como la de los alquimistas!
VLADIMIR: Entonces el triángulo está marcando lugares en el mapa!
WENDY: Los árboles pueden ser el parque Rivera
DIONISIO: Uy sí, el que es famoso por la leyenda de la llorona!
ALICIA: Y el otro vértice del triángulo es como un cuadro, no hay un museo ahí?
DIONISIO: Sí es cierto, el museo Blanes! Hay una leyenda sobre un cuadro embrujado, no me acuerdo cómo se llama
SALVADOR: El cuadro de Clarita! Recién lo busqué en el celu
SALVADOR:
ALICIA: Eso quiere decir una cosa, chicos
ALICIA: Sea quien sea que está detrás de todo esto, quiere que vayamos a estos lugares
VLADIMIR: Pero para qué?
ALICIA: No es obvio?
ALICIA: Para tener más pistas!
WENDY: Más pistas de qué? Ya me estoy mareando con tantas pistas!
DIONISIO: No sé, pero tenemos que ir
ALICIA: A dónde?
DIONISIO: A dónde va a ser? A los lugares que marca el mapa!
ALICIA: ¿Cuándo?
DIONISIO: Ahora!
ALICIA: Ahora? Estás loco?
ALICIA: Por qué no? Todavía estamos a tiempo
VLADIMIR: Yo opino lo mismo, quiero ir ahora
WENDY: Yo también!
ALICIA: Ufa es que quiero volver a casa. Además si Dionisio tuvo un accidente tal vez necesita descansar. Qué se yo…
DIONISIO: Estoy bien Ali, tenemos que ir. Dale!
ALICIA: Bueno ok, hago lo que decide la mayoría
DIONISIO: Vamos a tener que dividirnos otra vez
VLADIMIR: Si
ALICIA: Pero cómo decidimos quién va a cada lugar?
WENDY: Propongo algo!
WENDY: Hagamos un sorteo
WENDY: Yo tengo una app en el celular que hace sorteos online, es como cuando ponés unos nombres en una bolsa
WENDY: Miren
WENDY:
WENDY: Ahí cargué todos nuestros nombres
WENDY: Ahora que empiece el sorteo!
WENDY: Primero tenemos que decir qué localidad se va a sortear
ALICIA: Esperen. Yo no voy al parque Rivera ni loca. Si se me aparece la Llorona creo que me da un infarto
VLADIMIR: Tranqui Ali, vamos a ir en grupo de dos si contamos a mi hermano
VLADIMIR: No vas a estar sola!
DIONISIO: Empecemos por el castillo Pitamiglio mejor
WENDY: Ok
WENDY: La app está sorteando
WENDY:
WENDY: Ya tengo el primer nombre!
WENDY:
DIONISIO: Yo quería ir al Blanes, pero bueno
WENDY: Segundo nombre para el Pittamiglio:
WENDY:
WENDY: Yo jaja
ALICIA: Ay Dios mío. Tengo un 33,333% de probabilidades de que me toque la llorona! ya veo que me toca.
VLADIMIR: Ahora sorteá el museo
WENDY: Ahí va
WENDY: Primer nombre para el museo Blanes:
WENDY:
ALICIA: 50%!!! Ay Dios ay Dios
WENDY: Segundo nombre para el Blanes:
WENDY:
WENDY: Zafaste amiga!
ALICIA: Síiiiii
DIONISIO: Quedan entonces mi hermano y Viktor para el parque Rivera
WENDY: Pero Salva, no te va a dar miedo ir ahí?
SALVADOR: Miedo? Me encanta, yo rezaba para ir a ver a la Llorona!
DIONISIO: No lo conocés a mi hermano, está loco
VLADIMIR: Viktor lo va a cuidar
VLADIMIR: Eso espero 😀
VLADIMIR: Todavía no sabe nada que vamos a Montevideo, cuando le diga nos mata!
WENDY: Chicos les falta mucho para llegar?
VLADIMIR: Estamos a unas dos horas
WENDY: Bueno nosotras mientras tanto nos vamos en ómnibus hasta Montevideo
VLADIMIR: Ok
WENDY: Dionisio, te espero en la entrada del Pittamiglio
DIONISIO: Como usted ordene, mi señora
ALICIA: Y yo espero a Vladimir en la entrada del Blanes
VLADIMIR: Ok
WENDY: En un par de horas nos vemos!
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