Wendy y Vladimir van en busca de pistas. El mágico bosque muestra sus secretos. El gran ombú trae recuerdos: hermosos. dolorosos, de seres muy amados… Volvemos al pasado para poder avanzar y descubrir nuevos lugares de nuestro país, en este nuevo episodio de “Misterio de Cabo Frío”.
Vladimir
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CHAT ENTRE VLADIMIR Y DIONISIO
DIONISIO: Ya llegaron?
VLADIMIR: Sí
VLADIMIR: Es un lugar impresionante
VLADIMIR: No pensé que fuera tan así
DIONISIO: Así como?
VLADIMIR: Es difícil describir
VLADIMIR: Como que hay algo en el aire
VLADIMIR: Algo pesado y no sé, misterioso
VLADIMIR: Te lo estás perdiendo
DIONISIO: Ya sé, es que le tengo miedo al agua
VLADIMIR: Ahora nos separamos y vamos cada uno por su lado
DIONISIO: Dejaste a Wendy sola??
VLADIMIR: Ella sabe cuidarse
VLADIMIR: Estoy en un lugar bastante tenebroso
VLADIMIR: Los árboles parecen garras de monstruos
VLADIMIR: Y hay un árbol en especial, que es el más grande de todos
VLADIMIR: Parece un edificio!
VLADIMIR: Me voy a acercar a él
DIONISIO: Tené cuidado
DIONISIO: Ese lugar debe estar lleno de serpientes y arañas!
Vladimir se acercó al gran ombú y lo observó maravillado. ¡Era gigantesco! Parecía estar ahí desde principios de las eras. Su corteza blanca y lisa mostraba las cicatrices propias del paso del tiempo. Las raíces eran como dedos poderosos que se hundían en la tierra.
Sin ser consciente del silencio antinatural que de repente se había adueñado del paraje, Vladimir tocó la superficie fría y maciza del tronco. Y, de inmediato, supo que algo a su alrededor cambiaba. Fue como si perdiera asidero en el tiempo y el espacio. Se vio viajando hacia atrás por una especie de túnel, la velocidad era infinita, pero extrañamente el chico no se sintió aterrado, más bien todo lo contrario: pensó que era como una especie de regreso a casa.
¿Qué estaba ocurriendo? Mientras intentaba comprender aquel cúmulo de sensaciones y de experiencias fantásticas, Vladimir recordó la leyenda sobre aquel misterioso ombú que hacía que uno volviera al pasado, hacia un recuerdo preciado de su vida. ¿Entonces realmente todo era cierto?
Cerró los ojos ante el vértigo que le desataba aquel viaje, y cuando los volvió a abrir, ya no se encontraba en el bosque de ombúes, sino en un lugar que reconoció de inmediato: su antiguo dormitorio, en la casa de sus abuelos.
¡Cuánta nostalgia lo invadió de repente! Ahí estaban todos sus juguetes, su colección de cartas sobre una repisa, su telescopio que apuntaba hacia el cielo a través de la ventana... y, por supuesto, sus libros de ajedrez.
Aún sorprendido, Vladimir se miró a través del espejo del ropero: descubrió que ya no era un adolescente, sino un niño otra vez. Y sus ojos estaban anegados en lágrimas que corrían por su mejilla y empapaban la almohada.
Creyó recordar por qué estaba llorando. ¡Claro! Aquella noche había marcado un antes y un después en su vida. Él estaba aún molesto y dolido por lo que había sucedido esa mañana en la escuela. Lucas Beltrán, un chico grande de tercero, le había roto el tablero de ajedrez y arrojado las piezas a la basura.
-Me acuerdo de todo esto -dijo Vladimir en voz alta, limpiándose las lágrimas. Se incorporó un poco y agarró un libro sobre la mesita de luz, un tratado de ajedrez-. Me acuerdo como si fuera ayer. Sí. Todo empezó cuando decidí llevar mi tablero de ajedrez a la escuela. Y Lucas vino y me dijo que dejara de jugar, porque me estaba haciendo el inteligente...
Recordó que, aquella vez, él había explicado a Lucas que no quería hacerse el inteligente, ni que jugaba al ajedrez para llamar la atención. Pero Lucas no quedó convencido:
-No quiero que te hagas el listo. No quiero volver a verte jugar a esta cosa. O juro que lo vas a lamentar.
Y largando una carcajada burlona se alejó, dejando a Vladimir preocupado, ya que nunca anteriormente nadie le había hablado en ese tono.
Sin embargo, Vladimir no era alguien que se dejaba desanimar tan fácilmente. Sin hacer mucho caso a la advertencia de Lucas, volvió a llevar el tablero al día siguiente, y ahí fue cuando, en un descuido durante el recreo, Lucas se lo rompió y tiró las piezas a la basura.
Cuando Vladimir vio el tablero roto en varios pedazos, su tez se puso pálida. Buscó en el patio a Lucas, quien reía burlonamente junto a sus amigos.
-No puedo creer que hayas hecho eso. Te voy a denunciar con la maestra -dijo Vladimir temblando de furia.
-Si lo hacés, preparate para recibir la paliza más grande de tu vida. Así que pensalo -lo amenazó Lucas.
Vladimir pasó el resto de la jornada escolar triste y preocupado. Apenas prestó atención a las clases de lengua y ciencias sociales. Cuando finalmente las clases terminaron, y estuvo de regreso a casa, consultó con su abuelo la situación. Vladimir consideraba a su abuelo un ejemplo a seguir. No solo era el jugador de ajedrez más habilidoso del pueblo, sino también alguien muy sabio, que siempre tenía la palabra justa.
Sin embargo, en esa ocasión se sintió decepcionado, porque creyó que su abuelo también se burlaba de él:
-Frente a personas como tu compañero, tenés que recurrir al “mate del pastor”- le había dicho el anciano.
-¿Cómo?
-La jugada de ajedrez llamada "mate del pastor". Supongo que a estas alturas sabés cómo usarla.
-Sí. Es uno de los mates más rápidos del juego. Pero no entiendo qué tiene que ver eso con lo que me está pasando en la escuela.
-Tiene que ver con todo -dijo su abuelo con esa voz calmada, pero al mismo tiempo cargada de autoridad-. El ajedrez es un juego de estrategia y auto control. El que piensa mejor y logra mantener la calma, gana. Lo mismo pasa en la vida real.
-Pero abuelo, no entiendo...
-Es todo lo que puedo decirte ahora. Pensalo: "El mate del pastor".
Eso fue lo que le dijo aquella tarde su abuelo, y a Vladimir le sonó a burla, ya que él necesitaba ayuda urgente, ¡y su abuelo le hablaba de movimientos de ajedrez!
Fue ahí que se encerró en su habitación a llorar.
Ahora, ese gigantesco ombú que era una especie de máquina del tiempo lo había transportado a aquel punto tan trascendental de su vida, que Vladimir revivía como si ocurriera en el presente. De golpe, la puerta de la habitación se abrió y su abuelo ingresó con un tablero bajo el brazo, lo extendió sobre la cama y ubicó las piezas con gran parsimonia.
Vladimir se emocionó de ver a su abuelo otra vez. El anciano había muerto ya dos años atrás.
-Abuelo… -dijo con la voz ronca-. Me alegra mucho verte. Te extrañé muchísimo…
El hombre le ofreció una sonrisa debajo de su bigote cuidadosamente cortado.
-Sé que las cosas que digo a veces son duras, pero es que quiero que entiendas.
-¿Qué, abuelo? ¿Qué es lo que tengo que entender?
-El mate del pastor -insistió el hombre-. ¿Sabés cuál es el origen de la leyenda?
-No - dijo Vladimir, secándose las lágrimas que habían comenzado a aflorar otra vez. Aquello, por supuesto, era una mentira. Él conocía perfectamente la leyenda del mate del pastor, contada por su abuelo hacía ya diez años. Pero quería escucharla una vez más.
-Resulta que hace mucho, había un rey que gustaba de jugar al ajedrez -comenzó el anciano-. Él organizaba partidas con sus súbditos, y como todos ellos le temían o querían congraciarse con el rey, se dejaban ganar. Así, el rey llegó a creer que era un maestro del ajedrez, y que no tenía rival en el reino.
"Un día, cuando volvía de cacería, vio que un pastor en una montaña jugaba al ajedrez con un tablero improvisado. El rey se acercó y lo desafió a una partida. Estaba muy convencido de que iba a ganar. Si había ganado a matemáticos, filósofos y alquimistas de la corte, pensaba, ¡cómo no le iba a ganar a un humilde pastor de campo!
"El pastor aceptó el desafío, y grande fue la sorpresa del rey cuando se vio vencido luego de apenas cuatro movimientos. Entonces el soberano comprendió que él no era nada bueno en el juego, sino que los demás se dejaban ganar. Mandó al exilio a todos sus viejos contrincantes, y nombró al pastor Maestro de Ajedrez del reino. Y desde entonces, aquella mítica jugada es conocida como "el mate del pastor".
Vladimir escuchó este relato atentamente, como si fuese la primera vez que lo hacía. Cuando el anciano terminó, Vladimir lo abrazó y le dijo que por fin había entendido el mensaje. El rey creía que era bueno, pero solo porque nadie lo había desafiado de verdad.
-Es cierto -dijo su abuelo, sorprendido-. ¡Viste que sos muy inteligente!
-Gracias, abuelo. Gracias por guiarme y por tener siempre la palabra justa para mí. Te quiero mucho. Te extraño mucho. Corrió para abrazarlo pero sus extremidades se entrelazaron en el aire. Sintió que el recuerdo se estaba yendo, evaporándose. Percibió, para su hondo pesar, que una fuerza lo atraía hacia atrás y lo devolvía al túnel del tiempo por el cual había llegado.
Sin embargo, se sorprendió al notar que su abuelo decía unas últimas palabras, algo que él no recordaba que las hubiese dicho en el pasado...
-Arequita…
-¿Abuelo? -dijo Vladimir, quien se alejaba más y más-. ¿Qué fue lo que dijiste?
-Arequita -repitió su abuelo, su voz cada vez más amortiguada-. Debés ir al Arequita…
-¿Debo ir al Arequita? ¿Pero para qué? ¡No entiendo, abuelo!
Pero de repente Vladimir fue arrancado del dormitorio con violencia; sintió que regresaba al presente en un fugaz y confuso viaje, y se encontró parado otra vez frente al gigantesco ombú.
-Arequita… -repitió Vladimir, aún mareado-. ¿Qué habrá querido decir con eso?
Quizás no tenía sentido. Pensó en el recuerdo que acababa de revivir, en cómo había terminado el asunto de Lucas:
Luego de aquella charla con su abuelo, al día siguiente, en el recreo, Vladimir sacó un tablero nuevo (que había comprado luego de gastar sus ahorros) y se puso a jugar. Al cabo de un rato, y tal cual lo planeaba, se acercó Lucas.
Pero, antes de que el chico le dijera nada, Vladimir se incorporó y se paró desafiante frente a él.
-Voy a jugar todo lo que se me dé la gana. Y pobre de vos si llegás a dar un paso más. No voy a denunciarte con la directora: voy a hacer algo mucho peor. Probame y vas a ver.
En realidad, Vladimir no pensaba golpear a Lucas, ya que él era un chico pacífico. Pero Lucas no podía saber tal cosa. Y, al igual que el rey de la fábula, era la primera vez que alguien lo desafiaba de verdad. Hasta ese entonces, todos lo esquivaban y le tenían miedo por su corpulencia, pero nadie le había hecho frente. El chico retrocedió indeciso, vio la mirada decidida de Vladimir, y sin decir palabra, dio media vuelta y se fue, ante las risas y burlas generales.
Desde entonces, Lucas y Vladimir fueron buenos amigos. Vladimir le enseñó a jugar al ajedrez, y Lucas a mejorar su pegada a la pelota. El abuelo de Vladimir se convirtió en su maestro, y lo guió con su callada sabiduría hacia la consecución del campeonato regional de ajedrez. Fue uno de los días más felices de Vladimir, y la confirmación de que, con disciplina y entusiasmo, se podían conseguir muchas cosas.
-Arequita… -repitió Vladimir en voz alta-. ¿Por qué habrá dicho eso? ¿Lo habré imaginado?
Negando con la cabeza, como para terminar de despejarse y volver a la realidad, se alejó de aquel místico y misterioso lugar, para ir al encuentro de su amiga Wendy.
Capítulo 2: El encuentro
Ni Wendy ni Vladimir hablaron mucho durante el viaje de regreso. Ambos remaban el kayak en silencio, cada uno sumergido en sus propios pensamientos. Cuando Vladimir le preguntó si había visto algo, Wendy se encogió de hombros y desvió la mirada.
-Solo encontré unos cuantos sapos. Ah, y un pato o algo así. ¿Vos?
-Nada -dijo Vladimir, también esquivando el tema.
Media hora después, llegaron al punto de partida, donde Alicia, Dionisio y Salvador los aguardaban ansiosos:
-¿Vieron algo?
-Se demoraron mucho. ¡Estábamos preocupados!
-¿Cómo era el lugar?
Luego de bajarse del kayak, Vladimir describió con palabras algo exageradas el sitio que acababan de visitar, deteniéndose en cómo aquellos árboles centenarios parecían abrazarlo como si fueran grandes dedos. Wendy, a su vez, dijo que el monte parecía un lugar tan viejo como la Tierra misma, cargado de misticismo y sabiduría.
-Misticismo, ¡wow! Qué palabra -dijo Salvador, a quien el término le hacía un poco de gracia, más que nada porque ignoraba su significado.
-Y además… -comenzó Wendy, pero luego tuvo que morderse la lengua para no seguir hablando.
Pero ya era tarde, con esas palabras había despertado la curiosidad de los otros chicos.
-Además, ¿qué? Vamos, ¡contá todo!
-Es que… no sé realmente qué ocurrió. Me siento algo confusa…
-Podés confiar en nosotros -la alentó Alicia, dándole una palmada amistosa en el hombro-. ¡Cualquier dato es bueno para saber qué fue lo que viste en el baño!
Y entonces Wendy, aún dudosa, contó lo que había visto en el monte de ombúes, su visión del árbol grande y aquel “viaje en el tiempo” que la había llevado al pasado, donde había visto a su abuela ya muerta.
Una vez que terminó de contar, los otros quedaron un rato en silencio.
-Impresionante -dijo al cabo de un tiempo Dionisio-. La verdad, no sé qué pensar.
-Yo tampoco -intervino Salvador, quien seguía tomando mate a pesar de que el agua ya se había enfriado-. Es como que Wendy… viajó al pasado o algo así. Como en la película “Volver al futuro”. Solo que usó un árbol en vez del DeLorean.
-¿Cómo es que sabés tanto sobre esa película vieja? -se sorprendió su hermano.
-Es que… ¡soy fanático de las películas de los ochenta! La mejor época que hubo para el terror y la ciencia ficción.
Vladimir se había quedado mirando extrañado a Wendy.
-Tu historia es impresionante, pero, ¿por qué no me dijiste nada?
-Porque todavía no termino de entender qué fue lo que pasó. No sé si fue real, o…
-Aunque no me creas… ¡me pasó exactamente lo mismo! -la interrumpió Vladimir-. Me daba vergüenza decirlo, tenía miedo de que me dijeras que estaba loco. Porque vi y escuché cosas...
A continuación, y alentado por los otros chicos, contó su propia experiencia. Él también había visto aquel ombú gigantesco, y al acercarse, fue como si saltara dentro de su mente, en un vertiginoso viaje al pasado. Ahí, volvió a ver su abuelo, quien le contó una vieja historia de ajedrez que lo ayudó a superar el bullying. Al final, agregó, mientras el recuerdo se desvanecía, su abuelo le dijo unas palabras, aunque él no comprendió su significado.
-¿Qué dijo? -se interesó Wendy.
-Dijo… Arequita.
-¿Arequita?
-Eso mismo. Dijo que tenía que ir al Arequita.
-Me llama la atención, porque… mi abuela también me dijo algo, que tampoco comprendí. Dijo que debía ir al “Palacio”. Pero no sé exactamente cuál.
-¿Será una nueva pista?
-¿Una pista de qué?
-No sé -dudó Vladimir-. Siento que alguien o algo nos quiere decir algo. Primero fue la pista del espejo, ahora la pista del monte de ombúes. Acá hay algo realmente muy raro.
-Son grutas -dijo de repente Dionisio.
Los cuatro amigos se dieron vuelta hacia él.
-¿El qué? -pestañeó confundido Vladimir.
-Arequita es un cerro en donde hay grutas- explicó Dionisio, siempre experto en cuestiones de geografía-. Y el “palacio” no es tal, sino la “gruta del palacio”. Creo que debemos ir hasta allí.
-Pero, ¡es muy lejos! -protestó Alicia-. ¡Arequita está como a dos o tres horas de viaje, y la gruta del Palacio aun más todavía!
-Yo puedo decirle a mi hermano que nos lleve -propuso Vladimir-. Él tiene auto, y además me debe un favor.
-¿Qué favor?
Vladimir mostró una enigmática sonrisa.
-Cosas de hermanos.
-Pero, ¿y qué le decimos a nuestros padres? -Alicia se mostraba preocupada porque su madre era bastante controladora.
-Que vamos a una excursión del liceo, o algo así -propuso Dionisio. Si salimos mañana, regresaremos al atardecer. Solo será un día, y además, ¡tampoco vamos al Himalaya!
-No vamos a llegar a visitar los dos lugares en un mismo día- Alicia negaba con la cabeza-. Creo que deberíamos hacer dos grupos.
-Yo voy con vos a la gruta del Palacio -dijo Wendy de inmediato-. Podemos ir en ómnibus. Será una aventura exclusivamente de chicas. ¿Qué te parece?
-¡Sí, me encanta!
-Y bueno, a nosotros nos toca el viaje más largo, pero creo que es justo, ya que vamos en automóvil -dijo Vladimir, encogiéndose de hombros.
Los chicos terminaron convencidos y satisfechos. Todos se mostraban entusiasmados ante aquella aventura, que los alejaba de la aburrida rutina del pueblo.
Sin embargo, mientras emprendían el regreso a casa, Salvador, siempre agudo en sus pensamientos pese a su corta edad, dijo que no entendía algo.
-¿Qué cosa? -preguntó su hermano mayor.
El niño señaló a Vladimir y a Wendy, quienes de repente parecían pensativos y melancólicos, quizás pensando en la experiencia que acababan de vivir.
-Ambos vieron a ese árbol gigantesco, al mismo tiempo. ¿Cómo fue que no se encontraron?
Los otros chicos se miraron. No se les había ocurrido aquella pregunta. Intentaron encontrarle la lógica, pero no pudieron. Salvador tenía razón: tanto Vladimir como Wendy habían estado en el mismo lugar, al mismo tiempo, pero sin embargo no se habían visto el uno al otro.
Sin dudas estaban viviendo algo muy misterioso, e incluso fantástico, que de momento no tenía explicación.
¿Qué otras sorpresas los aguardarían al día siguiente?
¿A qué grupo decidís acompañar?
Alicia aprende a jugar al ajedrez con Vladimir
Esa tarde, Vladimir le enseñó a Alicia algunas jugadas de ajedrez. Repasemos algunas de ellas para que puedas ponerlas en práctica en los retos.
El mate pastor:
Un jaque pastor es una jugada combinada entre la dama blanca y el alfil blanco, sobre la casilla F7 (casilla blanca en diagonal al rey y enfrente al alfil negro). Es una jugada rápida en donde las blancas liberan al alfil para que éste pueda quedar apuntando a la casills f7. Finalmente avanzan con la dama hasta f7 y con el respaldo del alfil dan jaque al rey negro. Éste no puede escapar porque justamente si se come a la dama blanca, luego el alfil se lo comerá a él.
Movimientos de la torre:
En un tablero en el que sólo se encuentra ubicada ella, una torre posee 14 casillas distintas a las que podría acceder en su siguiente movida. Si observamos bien la torre con un solo movimiento se puede mover hacia cualquier extremo del tablero. Pero supongamos que la torre tiene dos turnos seguidos para moverse ¿Puede llegar a cualquiera de los 64 casilleros del tablero? La respuesta a esta pregunta es sí. La torre puede trasladarse a cualquiera de las 64 casillas del tablero si se moviera dos veces -y éste estuviera vacío-. Incluso puede volver a la casilla que ocupa, moviendo primero y regresando luego.
Participá del foro y formá parte de la comunidad Cabo Frío:
Te invitamos a participar del nuevo foro “Tu historia, tu recuerdo”. Teniendo en cuenta lo vivido por Wendy y Vladimir en el Monte de Ombúes, queremos leer tus anécdotas o vivencias con algún ser querido que haya impactado positivamente en tu vida. ¿Quién o quiénes eran? ¿por qué dejaron su huella?.
Comparte con la comunidad de Cabo Frío tu experiencia y recordemos a aquellas personas que nos ayudaron o ayudan a ser mejores cada día.
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